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El Sur: El encuentro de las artes

Más allá de sus tradiciones, de lo propuesto por los centros culturales binacionales, Arequipa se perfila con vitales iniciativas de jóvenes en diversos campos. Faltan planes más ambiciosos para que se consoliden.

Por: Gonzalo Galarza Cerf para el diario El Comercio.

En un punto de Arequipa, todo ha vuelto a ser como en el siglo XVII. El vestuario, los decorados, el lenguaje… componen una postal de la época contada a través de la vida de la beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, que aparece en los interiores del Convento de Santa Catalina junto con otras religiosas. Frente a esta escena, cerca de la cámara, está el director arequipeño Miguel Barreda, quien recibió hace un año el encargo de las monjas catalinas de rodar esta película con miras al proceso de canonización. Para Barreda se trata, sobre todo, de la oportunidad de dirigir un largometraje tras varios años de silencio y hacer del filme su propuesta con “toques surrealistas en la parte mística y contemplativa”.

En la ciudad del sur, el cine actual se ciñe a escasos nombres: a Juan Manuel Ojeda (“Eitianen: El mensajero de la luz”), al puneño radicado allí Roger Acosta (“Mónica más allá de la muerte” y “Torero”), cuyos filmes basados en mitos y leyendas han logrado llevar a 50 mil espectadores a las salas comerciales, y Barreda, cuyo primer largometraje (“Y si te vi, no me acuerdo”) recibió buenas críticas. Del segundo, habla sobre el personaje: “De Sor Ana me atrajo su lealtad y fuerza, su voluntad y convicción. Está será una ‘biopic’ sobre su vida, y también una historia de amor en una sociedad clasista y racista marcada por la presencia española; es una película de época. Será un reto”.

Ese es el cine de Arequipa; con reducidas producciones, con cineastas a la espera de oportunidades, con un público ávido por consumir creaciones locales,tanto en salas comerciales como en los cines clubes que hay en la ciudad. No es coincidencia que en la III Feria Internacional del Libro (FIL) Arequipa, celebrada del 22 de setiembre al 4 de octubre, uno de los auditorios que se abarrotó de gente fue el que reunía a los directores Francisco Lombardi y Miguel Barreda. Las inquietudes del público tenían que ver con su realidad: se abordó la problemática de hacer cine con bajo presupuesto, y las dificultades que se sortean en los rodajes.

VITALES PROPUESTAS
Desde el rodaje de Sor Ana de los Ángeles hasta la FIL Arequipa: en las dos últimas semanas esta ciudad del sur, que siempre fue un punto geográfico clave para los creadores y con una rica tradición en las letras y las artes, ha dado muestras de su potencial, tanto a nivel humano como de espacio físico. El rodaje del filme de Barreda ha involucrado a una serie de técnicos y actores arequipeños y está enmarcado bajo una bella arquitectura colonial; y en la FIL, cuya entrada fue gratuita, asistieron durante 13 días más de 100 mil personas.

Los primeros pasos dados por la ciudad dan la impresión de que las actividades culturales en Arequipa se resuelven en pocas cuadras: en la calle Melgar con el Cultural Peruano Norteamericano, en Santa Catalina con la Alianza Francesa, en Ugarte con el Cultural Peruano Alemán. Esa semana final de agosto en que estuvimos, todos exhibían muestras de pintura (Milko Torres sumó una individual más y Amador Carpio buscaba su lenguaje con su primera muestra), y de fotografía (la propuesta del limeño radicado allí, Richard Nossar, parecía perderse en el mero ejercicio).

Pero más allá de esas cuadras, Arequipa se perfila con vitales propuestas de jóvenes como el colectivo Cantera (encabezado por los artistas Nereida Apaza y Raúl Chuquimia, que hace poco presentaron en el Icpna de Miraflores su editorial Equilibrio, de libros objeto); el espacio multicultural Tambo de Bronce (con Jorge Infantes de la banda Los Fabulosos Chapillacs y el fotógrafo Alonso Tejada impulsando una escena musical, abierta a distintos géneros y con talleres de arte y una galería en formación con Milko Torres como curador; y con un proyecto en proceso, hacer de un local cerca del Puente Bolognesi, algo similar al Bar La Noche); y el Centro Cultural de Arte Contemporáneo (liderado por Patricio García Velarde y que busca convertirse en un espacio de formación y discusión con talleres dados por la artista y performance Nan Carp, el poeta limeño Mauricio Medo, la historiadora de arte Jessica Cáceres y el bailarín Carlos Bruno).

Además de apuestas consolidadas con años de trabajo y empresas con tradición, que merecerían notas aparte como Artescénica (con Doris Guillén), el Teatro La Comuna (dirigido por Javier Valencia y producido por Yrina Aparicio, en diciembre tendrán la XII edición del Festival de Escenas Máscara del Tiempo); la editorial Cascahuesos (José Córdova ha batallado duro para conseguir un catálogo con autores importantes y publicaciones bien trabajadas y reconocidas como el poemario “Teoría de los cambios” de Enrique Verástegui); y la Cuzzi Impresores (imprenta fundada por Juan Antonio Cuzzi Morales en 1951, que continuó con su hijo Mario y que hoy, con un servicio editorial, es dirigida por el nieto Mario que tiene como aliada a su hermana Gabriela; trabajo de años que la ubica quizá como la más importante del país, con premios en el extranjero).

MAYORES PLANES
Sin embargo, el crecimiento económico de los últimos años en la ciudad lleva a los protagonistas culturales a exigir más. Javier Valencia recuerda la presencia de El Comercio en el 2002 y hace un balance de lo que ha pasado desde entonces en el panorama: “Debería haber crecido más. Pero parte del retraso es la falta de apoyo para gestionar los permisos y obtener los espacios para crear y montar obras”. Cansados de recorrer durante once años distintos espacios, alquilaron el viejo Cine Universal el año pasado y lo han habilitado como espacio multidisciplinario. El sueño es hacer una escuela de artes escénicas. Hoy dan talleres anuales de formación (Humberto Polar dictará uno de 9 meses sobre Cine; teoría y práctica), e involucran al público a que se hagan socios, no solo para asistir a las funciones sino especialmente a los talleres.

PRESENCIA MIGRANTE
“Hay muchísimos artistas en Arequipa, pero pocos gestores es instituciones que apoyen”, dice Valencia, quien empezó con la Asociación Anaqueronte en el 99 y que luego le dio un espacio con La Comuna. Ese año, se agrupó con artistas de Moquegua, Puno, Cusco, Argentina para sacar adelante el teatro.

Eso ha pasado siempre con Arequipa: termina siendo el punto estratégico del sur del Perú donde el migrante y el local, se juntan y cada cierto tiempo se dan interesantes estallidos artísticos. “Un porcentaje bastante importante que participa en la movida cultural son foráneos: Moquegua, Tacna, Puno, Cusco. Todo el sur es como un hormiguero y en lo que se refiere a lo cultural, muchos se vienen aquí. La macrorregión sur está conectada y el centro neurálgico en literatura es Arequipa”, dice Martín Zúñiga, poeta cusqueño radicado hace una década aquí y con varios premios encima.

Desde el 2000, Zúñiga ha visto el nacimiento de colectivos y editoriales que hoy no existen más; y ha formado el Centro de Recursos para la Poesía junto a Fredy Tito, Robert Baca y Augusto Carrasco. “Es un espacio para conseguir recursos de las instituciones públicas y privadas y difundir proyectos literarios”.

El pasado abril, publicaron “Rastros/Rostros. Antología de Poesía en Arequipa (2000-2010) y, con la sexta edición de la Primavera de los Poetas, obsequiaron esos 5 mil en recitales hechos en los barrios más humildes de la ciudad: “La cultura está muy centralizada en los centros binacionales, en el Museo de Arte Contemporáneo de Arequipa. Nosotros hicimos lo contrario,y armamos recitales en plazas con 4 mil personas”.

CIUDAD CULTURAL
Pero Zúñiga y los artistas necesitan trabajar con los centros binacionales, como en la última edición de la Primavera de los Poetas donde participó la Alianza Francesa. Porque concentran las actividades culturales, tienen un público cautivo, y sus actividades algunas veces rebotan en diarios de Lima.

Además, están tan cerca esos espacios que al ir de uno a otro uno piensa en un circuito más activo entre ellos, con recorridos nocturnos por galerías y las calles tomadas por artistas como sucedió en 1990 donde Ricardo Córdova y una serie de artistas tomaron la ciudad; con rutas hechas para el público y turistas, complementadas con esos anticuarios que aparecen como tesoros, y en donde uno encuentra un día cualquiera a un crítico de arte de la capital hurgando en álbumes en busca de esos maestros de la foto del sur como los hermanos Vargas.

Para Ángela Delgado, que trabajó por 8 años en el Cultural Norteamericano, faltan planes culturales: “Hay mucha improvisación, y confunden actividad cultural con evento festivo. Yo cuidaba mucho lo que traía, para que el público vea cosas diferentes como muestras de Juan Javier Salazar o Bendayán. Lo que me frustra es que no vemos sus posibilidades como ciudad cultural”.

Arequipa crece, sus concursos de pintura incrementan los montos en los premios, aparecen circulando por las calles más 4×4, ensordecen los 30 mil taxistas circulando por sus calles. Pero ese crecimiento económico, trae una dificultad para atraer al público según el encargado de cultura de la Alianza Francesa, Gonzalo Ávila: “Es difícil competir con los ‘malls’ a pesar de que las actividades son gratuitas”.

“Pasan cosas muy interesantes en Arequipa, pero a veces los mismos que las organizan no las registran; entonces hay una versión incompleta de lo que pasa en realidad”, señala Diego de la Cruz, quien vio todo lo referente a la web de la FIL. Hace 4 años, este abogado de profesión fundó el blog Siete Esquinas (hoy más activo en Facebook) pensando que iba a postear tres veces a la semana. Encontró un horizonte más amplio. “Me di con más cosas. Si te lo propones, siempre se puede hacer algo en la semana”, dice De la Cruz, que también integra Culturaperu.org y el colectivo Cantera.

LOS CONCURSOS
En estas semanas, el reconocido pintor arequipeño Hernán Sosa expone en Lima, Juan Carlos Zeballos vuelve de exhibir su obra en San Francisco, Nereida Apaza y Lucio Puma con una bipersonal en Lima, curada por Élida Román, que ha trabajado con los artistas del sur.

“Son interesantes estos últimos chicos, pero hay otros jóvenes que copian mucho para ganar concursos. ¿Cuál es la trascendencia de ganarlos? El origen de los concursos fue bueno, pero ahora solo están buscando eso y no construyen una obra ni les interesa exponer”, dice Ricardo Córdova, quien prepara una retrospectiva por sus 30 años con Élida en el Cultural Norteamericano (actualmente su galería alberga una colectiva en homenaje al maestro Enrique Urízar Berriós)

Zeballos, Apaza, Cristian Flores, Jaime Antillaque, Erick Huanca (célebre por ganar varios concursos), Milko Torres… Hay muchos nombres; muchos labrándose una carrera solos o en colectivos; y pocos esperando ganar un concurso y reclamando por falta de apoyo (las críticas disparan al MACArequipa, que carece de presupuesto y luce como en ‘stand by’ más allá de su colección permanente). Uno camina en Arequipa, y observa ese talento, siente ese potencial de la ciudad pero falta algo. “Motivación”, dice Córdova, quizá algo más para que Arequipa también tenga una gran escena (cultural) del siglo XXI y no solo del siglo XVII, como en el filme de Sor Ana de los Ángeles.


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